El Magreb, en las puertas de Europa, es un área vital para la prosperidad y la seguridad de la Unión Europea, pero cuatro décadas de obstrucción del proceso de descolonización han llevado a la región a una situación deplorable.
Marruecos, envalentonado por la aprobación del último protocolo de acuerdo pesquero, ratificado el pasado mes de julio, y por su impune violación de los derechos humanos en el Sáhara ocupado, no tiene razones para cambiar de rumbo. Por el contrario, Marruecos está tratando de atraer a empresas extranjeras, ofreciéndoles lucrativos contratos por compartir el saqueo de los recursos saharauis y sigue expulsando a observadores internacionales, incluso a miembros de la Unión Europea.
La Unión Europea está agravando aún más la ya peligrosa situación del Sáhara Occidental. Sus asesores de imagen continúan anunciando una milagrosa y repentina transformación de Marruecos de un estado represivo y expansionista, en un idílico paraíso de la democracia y la tolerancia. Mientras tanto demonizan la causa saharaui.
Cada día son más los países de la Unión Europea , los parlamentos nacionales, las ONGs y las organizaciones de derechos humanos que se expresan por la rectificación de la actitud de la Unión Europea respecto al conflicto.
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