Los hombres, mujeres y niños saharauis llevan más de 38 años viviendo en campamentos de refugiados cerca de la localidad argelina de Tindouf, una de las regiones más inhóspitas del mundo.
Nada se interpone al sol. Arena y horizonte son una misma pieza. Lo único que rompe la monotonía del desierto son las personas. Personas pacientes y atrapadas a la vez. La provisionalidad de sus hogares descorazona. Hace 38 años levantaron una jaima, al lado otra, y otra...un pueblo entero.
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