La vida en los campamentos saharauis es muy dura: arena y más arena, piedras y más piedras, cielo y más cielo. No hay recursos. No se produce. La población depende de la ayuda exterior para su supervivencia, sin embargo, ha ido decreciendo con los años y ya no alcanza para cubrir todas las necesidades.
Cada familia recibe al mes una cantidad de alimentos básicos (azúcar, té, harina, arroz, lentejas, aceite, leche en polvo) proporcional al número de miembros que la componen.
Durante unos años se ha ensayado una "economía de mercado" basada en los escasos excedentes de productos no básicos, mediante la instalación de pequeñas "tiendas", donde puede gastarse el escaso dinero que circula en los campamentos.
Durante unos años se ha ensayado una "economía de mercado" basada en los escasos excedentes de productos no básicos, mediante la instalación de pequeñas "tiendas", donde puede gastarse el escaso dinero que circula en los campamentos.
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