martes, 27 de mayo de 2014

Nuestras segundas vacaciones en paz

Es difícil escribir sobre Futella. Es fácil escribir sobre Futella. El problema es que nunca terminaría porque es una niña intensa, excepcional. Se podría decir mil cosas sobre ella y no sería suficiente.

Siempre ha sido una niña adulta, una mezcla que sorprende, sobre todo si se la compara con los niños y niñas que aquí tienen su edad. Orgullosa, sobre todo de ser saharaui. Altiva, cualidad que le ayuda a aprender deprisa. Valiente, supera todas las dificultades con las que se va encontrando. Inteligente, siempre interesada en saber, en ir más allá, en comprender esta parte del mundo, tan distinta al suyo. Dada a las comparaciones, de entre su vida y la nuestra, elige sin dudar la suya e intenta convencerte. Noble, antes de terminar de crecer, ya se sabe que será buena persona. Apegada a su familia, a su tierra sin futuro, a nosotros, su familia española. Fácil de querer, en sus afectos, sin embargo, no es orgullosa, nos quiere y nos lo dice, demuestra, aún ahora, lo importante que somos para ella. Fácil de cuidar, sabes que no la tienes que proteger, que está segura de sí misma.


Llegó tras  Segma, que nos trajo el desierto y a su sobrina. Tan distintas y tan iguales. Cinco años con ella, cinco veranos aprendiendo de una niña pequeña, recibiendo lecciones de sensatez y de supervivencia, diez meses, en total, que han cambiado nuestras vidas.

Este será el segundo verano que pasaremos sin ella. Se nota su ausencia,  el tiempo en esos días avanza muy despacio. La tristeza de no verla se apacigua al pensar que estará feliz con los suyos, al tener la certeza de que todo lo que ha vivido aquí le servirá, seguro, de que le ha hecho aún más fuerte, me atrevo a decir que hasta un poco más sabia.

Hoy Futella vive con su familia en Auserd, uno de los campamentos de refugiados saharauis situados en el sur de Argelia. Para nosotros, es nuestra niña.


















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